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Reseña: Pirámides, montañas sagradas
2022-09-14
Reseñó: Colette Almanza Caudillo

Fanny Chaparro Sarmiento


Ficha bibliográfica: Carlos Méndez Domínguez (coord.), Pirámides. Montañas Sagradas, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2019, 135 pp.


En esta publicación nos encontraremos con un sumario de capítulos, en donde reconocidos investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia, de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Centro de Investigaciones de la Academia Eslovena de Ciencias y Artes, abordan la multiplicidad de la arquitectura prehispánica manifestada en las estructuras piramidales desde los territorios del norte, el occidente, la costa del Golfo, y desde el centro al sureste del territorio mexicano.

Los temas que se desarrollan en la publicación parten desde una breve, pero concisa introducción al tema, donde la Mtra. Ana Beltrán nos presenta la exhibición de objetos y nos da una idea del por qué las pirámides son tan icónicas en México.

En el siguiente capítulo, Pedro Francisco Sánchez y Colette Almanza evocan "Algunas miradas a las pirámides mesoamericanas" haciéndonos reflexionar sobre las razones por las que la representación piramidal sea tan recurrente en la arquitectura prehispánica.

Una de las razones más lógica, explican, es que esta forma es claramente perceptible en la naturaleza, el ejemplo mas claro lo podemos observar en las siluetas de montañas y volcanes, y el ser humano con la observación de su entorno y de fenómenos naturales, dotaron de aspectos ideológicos y simbólicos dichos espacios, ligándolos a lo sagrado y a lo mítico, tratando posteriormente de recrear la montaña. La pirámide se vuelve entonces, según los especialistas, un "axis mundi", y el centro desde el que se establecieron patrones urbanísticos reflejando la cosmogonía del grupo constructor.

Más adelante José Luis Punzo nos habla sobre el "Paisaje y arquitectura en el mundo de los habitantes del Michoacán antiguo", donde nos expone como es que la antropomorfización del paisaje y de los elementos construidos va de la mano con la relación entre el hombre y el medio que lo rodea, ?domesticando? el paisaje circundante, representándolo a través de la construcción de edificios, dotándolos de ritualidad y reproduciendo de este modo un espacio donde pudieran estar más cerca de los dioses, recreando en estas edificaciones su idea del mundo y desarrollando gran numero de ritos, creados para poder comunicarse con las deidades.

La relación montaña-pirámide que nos expone es comprensible después de poder realizar diversas investigaciones y observaciones en donde se obtuvieron resultados que el doctor Punzo pudo interpretar como representaciones de elevaciones naturales, como es el caso de la Zona Arqueológica de Tingambato en la que durante el solsticio de invierno y desde la parte mas alta de la pirámide pudo observar al sol "surgir" detrás del cerro Comburinda, la elevación de mayor altitud del lugar donde se asentó Tingambato.

En esta publicación Johanna Broda, haciendo énfasis en los elementos naturales del medio geográfico, nos habla de la creación de un paisaje ritual creado por el hombre y en cuyo centro se ubica una pirámide. Nos explica cómo es que los cerros, cuevas y los diferentes cuerpos de agua constituyeron la cosmovisión de los diversos pueblos que habitaron Mesoamérica a lo largo del tiempo y que, con una cuidadosa observación de la naturaleza, así como de los ciclos de las estaciones y del tiempo, definieron la ubicación de las pirámides y de sus asentamientos en general, creando un orden social a partir del diseño del paisaje ritual, estableciendo de este modo un equilibrio armónico entre ese orden humano y el entorno natural, integrando la vida social, religiosa y política.

Con su investigación, Sergio Gómez y Julie Gazzola, nos comparten sus conclusiones respecto al Altepetl o montaña de agua, un concepto que se refiere primero a la pirámide y a la metáfora de la Montaña Sagrada, pero también a la estructura y organización política de un territorio como es el caso de Teotihuacán, utilizando de este modo la figura de la pirámide como un elemento para desarrollar rituales políticos mediante los cuales se buscaba, entre otras cosas, legitimar la posición, así como los privilegios que mantenían por pertenecer a la clase dominante. En este sentido nos explican que la pirámide simboliza la compleja interpretación del Monte Sagrado en la cosmovisión de la sociedad que la edifica; y entre otras cualidades se ubicaba en el centro del cosmos, además de que establecía el eje en torno al cual giraba el mundo, siendo fundamentalmente una expresión metafórica del acto divino de la creación.

Nos exponen el caso del Túnel localizado debajo del Templo de la Serpiente emplumada en Teotihuacán, explicando que en la montaña sagrada, como en las pirámides que la evocan, hay cuevas que son portales que permiten acceder al inframundo y que a algunas pirámides como en este caso, les fue incluida su propia cueva sagrada, en la cual se edificó la reproducción de algunos de los elementos mas importantes de la geografía sagrada, como por ejemplo un cielo con estrellas centelleantes en el techo del túnel, elaborado con polvo de varios minerales metálicos, como pirita y hematita, elegidos seguramente por sus cualidades brillantes, haciendo mención de que la luz de las antorchas utilizadas para iluminarse en la oscuridad del túnel debió provocar un reflejo en las pequeñas partículas del mineral metálico, creando la ilusión de observar un cielo con estrellas brillando. También mencionan el trabajo de esculpido de la roca en donde se labraron montañas que forman un paisaje miniatura, así como la representación de cuerpos de agua formados por gotas de mercurio líquido depositadas en pequeñas oquedades.

Por su parte, Arnoldo González Cruz y Guillermo Bernal Romero, desde la perspectiva maya, nos exponen el caso del Templo de las Inscripciones, una de las pirámides más afamadas de Palenque, debajo del cual, a partir de labores de conservación arquitectónica, fue localizado un canal construido con hileras de grandes piedras talladas, acomodadas horizontalmente y unidas entre sí con rajuelas y arcilla, y nos indican que en el momento del descubrimiento, dentro del canal todavía circulaba el agua de manera constante.

Como todos sabemos en 1949, se localizaron los restos de un personaje designado como un gobernante de Palenque denominado Pakal dentro de una tumba contenida en dicha pirámide. Una de las hipótesis que presentan los especialistas es que posiblemente los antiguos palencanos pudieron diseñar tal sistema hidráulico para recrear metafóricamente el camino que condujera a Pakal a las aguas del inframundo.

Con lo anterior nos indican que, de acuerdo con el contexto descubierto, pudieron interpretar una estrecha relación entre las corrientes de agua y la cámara funeraria en el Templo de las Inscripciones y por lo tanto consideran que el origen de esa agua fue el punto de partida desde el cual se erigió el templo y cuya finalidad era asociar a Pakal con esos cuerpos acuíferos.

Resultado de su investigación ellos nos comentan que para las antiguas sociedades mayas, el agua era la sustancia en la que flota el mundo terrestre y que se hallaba en el inframundo, vertiéndose al exterior en forma de manantiales y ríos, especialmente de las cuevas; de allí que el culto a las cavernas tuviera gran importancia, ya que, además de ser el gran contenedor de agua, era el lugar donde habitaban los ancestros, seres de naturaleza acuática, el sitio donde se origina la vida y el portal al otro mundo. En este sentido, la estrecha relación existente entre las cuevas y las construcciones arquitectónicas representaba un espacio sagrado que dotaba a la montaña-pirámide y a su constructor de prestigio, poder, abundancia y sacralidad.

En el ensayo de Iván Sprajc y Pedro Francisco Sánchez, nos exponen que el aspecto astronómico de las pirámides ha sido poco estudiado debido quizá a que la información al respecto proveniente de fuentes escritas es muy escasa, sin embargo, desde hace poco tiempo hay algunas investigaciones sistemáticas realizadas que han mostrado la importancia de los criterios astronómicos en el diseño y obra de estas construcciones, permitiendo concluir que la orientación y, en varios casos, también la ubicación de las pirámides mesoamericanas fue, dictada por principios astronómicos en combinación con conceptos acerca del paisaje próximo, en los que las montañas tenían un papel sobresaliente.

De este modo, los constructores de esos monumentos lograron establecer alineamientos significativos a partir del tránsito de los astros más relevantes como el Sol, Luna y Venus, definiendo fechas significativas para los cambios estacionales, la programación de los ciclos agrícolas y las ceremonias propiciatorias, aspectos relevantes en la vida de las sociedades mesoamericanas.

Nos comparten algunos de los resultados de su investigación, desarrollada mediante un estudio sistemático realizado recientemente en varias subáreas de Mesoamérica, con mediciones en campo determinaron las orientaciones de más de 500 estructuras en 206 sitios arqueológicos, ubicados en el centro de México, las tierras bajas mayas, Oaxaca, la costa del Golfo, el Occidente y el Norte. Con los datos duros que proporciona la arqueoastronomía en el estudio llevado a cabo obtuvieron datos que permiten, por ejemplo, desmentir las ideas populares de que, para los antiguos mesoamericanos, los momentos más importantes del año eran los solsticios y los equinoccios y contrario a la opinión común, no encontraron evidencias contundentes de que los edificios estuvieran orientados con esos propósitos.

Laura Ledesma describe la tradición constructiva de la época prehispánica y explica que, para representar la imagen de la montaña, los sabios mesoamericanos desarrollaron un sistema modular basado en los polígonos regulares, cuyas características de simetría y proporción, les permitió diseñar espacios que cubrieran sus necesidades. Nos relata detalladamente que las formas desarrolladas en la época prehispánica fueron terraplenes, llamados también basamentos piramidales, basamentos trapezoidales, plataformas o cuerpos en talud, los que una vez terminados conformaron la base para desplantar otros terraplenes y edificios, en donde el diseño geométrico empleado por los constructores antiguos tenía en cuenta el área y el volumen de la pirámide a nivel técnico. Es decir, conocían la superficie tal como un plano, en el que proyectaban y definían la forma y las características de los cuerpos a edificar.

La doctora Ledesma nos indica también que la pirámide mesoamericana, fue construida y perfeccionada a lo largo de tres milenios, lo cual es indicio de la compleja labor de los arquitectos mesoamericanos para crear y reproducir la forma del Tlachihualtépetl, cerro hecho a mano que en el México antiguo representó múltiples aspectos de la cosmovisión prehispánica a través del tiempo, con características y sistemas constructivos particulares de cada región cultural, y que tuvo el fin último de ennoblecer a la divinidad.

Finalmente, la doctora María Teresa Uriarte ilustra, mediante un análisis sobre lo que ella llama integración plástica, la relación cultural que forman la pintura mural, la arquitectura y la escultura y su vínculo con la profunda religiosidad que se preservó como una suerte de tradición a lo largo de todo el territorio mesoamericano.

Las características estilísticas de la integración plástica desempeñaron un importante papel en la concepción integral de los edificios en cada cultura que los concebía y producía. Fueron finalmente la principal visión al estar frente al espacio donde se ubicaban las pirámides. Nos expone ejemplos como la pintura mural que aún es visible en la pirámide de Cacaxtla en Tlaxcala o en el mural de Tepantitla en Teotihuacan. Posteriormente nos describe cómo es que la escultura y la arquitectura formaron un ente mucho más complejo, con ejemplos como los de la Pirámide de la Serpiente Emplumada de Teotihuacán, Xochicalco con los magníficos bajorrelieves que cubren el basamento de la llamada Pirámide de las Serpientes Emplumadas; el edificio de Ek Balam en la Acrópolis con su Portada de estuco, o el Templo I de Malinalco con la figura en piedra en forma de fauces de serpiente.

Sucesivamente el libro nos presenta excelentes ilustraciones tanto de los sitios con sus pirámides en cada texto, así como de los objetos y obras de la exposición que ha sido presentada, en conjunto con un completo listado de los objetos y su procedencia y temporalidad.

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